Hoy he matado a alguien.
Yo…
Bueno, eso creo. No estoy seguro del todo.
Volví al Strip con la esperanza de hallar a
quienquiera que fuese la persona que vi ayer. Entré de nuevo en el Mirage y
allí estaba. De pie, al final de la sala de juego, en el mismo sitio dónde la
había visto el día anterior. De nuevo agazapada en las sombras.
Está vez la llamé y no huyó. Se quedó justo
donde estaba, mirándome fijamente.
Entonces empecé a andar hacia ella mientras
continuaba hablándole. Mantuve la serenidad en todo momento mientras le decía
lo afortunado que me sentía de haber encontrado a otra persona con vida. Cuando
alcancé la mitad del espacio que nos separaba, aquello gritó. Un chillido que
helaba la sangre y, definitivamente, no era humano. Un alarido cargado de
maldad y odio. Lo que quiera que fuera, se propulsó por los aires, sobrevolando
varias mesas de juego de un sólo salto. Nada más aterrizar, casi sin tocar el
suelo, profirió su grito de nuevo y cargó hacia mi.
La siguieron las sombras de dónde salió, manteniéndola
envuelta en una especie de manto de oscuridad que crecía según se me acercaba.
Era como si la propia luz estuviera aterrorizada de aquel ser. Rebusqué por mis
bolsillos la pistola. Aquella cosa estaba a tan sólo tres metros de mi cuando
disparé. El primer disparo la detuvo. Los tres siguientes la hicieron dar con
sus huesos en el suelo.
Me quedé embobado mirándola, a menos de tres
metros de mi. Incluso estando así de cerca no puedo decir con seguridad que era
aquello. No tengo ni idea de cuanto tiempo estuve allí, observándola, pero no
logré acercarme ni un paso más.
Fue entonces cuando esa sensación me embargó.
Una sensación de… ¿pánico?, no estoy seguro. No vi ni oí nada, era más como
sentirse observado, estudiado. En ese momento me di cuenta de que, si no me iba
de allí en ese mismo instante, nunca lo haría.
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